mayo 23, 2008

El problema no es la tecnología, el problema es poder pensarla


Hace un par de años tuve la oportunidad de conocer varios puntos de vista sobre la cuestión de la tecnología y el mundo moderno en una de las materias de la facultad. Dado que surgió el tema me pareció interesante retomar algunos pensamientos (aclaro que hablar de esto desde un blog puede parecer contradictorio pero no estoy haciendo un escrito apocalíptico, renegado y anti-tecnología, para nada).

Partíamos un principio (que es principio y final): La técnica es la esencia del hombre.

La técnica nace como remedio a la insuficiencia biológica del hombre. El ser humano es carente (desde su nacimiento) y logra alcanzar, técnica y culturalmente, la estabilidad que los animales ya tienen por naturaleza (o sea, dependemos de la técnica).

Por ello no se puede pensar un mundo fuera de la técnica, se ha transformado en nuestro ambiente, crea un mundo con determinadas características que no podemos dejar de habitar y sentir (y cuando se corta la luz parece que no sabemos que hacer).

Siguiendo a Héctor Schmucler podemos decir que hoy se ha constituido una Ideología totalitaria que es el tecnologismo: la técnica se impone, no deja lugar a otra opción, se presenta como el lugar en el que el ser humano debe desarrollarse como especie. La técnica se naturaliza, se transforma en mito. El tecnologismo se ofrece como el único presente posible, hace impensable la voluntad de “no querer”, de no aceptarla.

La técnica muestra al pasado como insignificante, y superado, y al presente como siempre perfeccionable, sólo mira la futuro (al progreso) y no termina nunca.

La técnica es pura producción de resultados. De se modo, tiende a eliminar la pregunta por la "escencia" de la cosa: ¿qué es la cosa? En cambio, se restringe a preguntarse acerca del hacer, del funcionamiento (¿cómo es? ¿para qué sirve? ¿qué hace?).

Además, los resultados o efectos que se producen terminan siendo independientes de las intenciones iniciales de quien “activa” la técnica. La técnica es la que condiciona hoy la ética (y no al revés). Por ejemplo, en el caso sobre el que estuve trabajando: una mujer cuyo rostro había sido destrozado por las mordidas de su perro mientras ella dormía. La mujer sobrevivió. Y se le hizo una cirugía reconstructiva. Pero como no le quedaba mucha piel para la reconstrucción directamente le “quitaron” el rostro a otra mujer que había fallecido hace poco y se la injertaron entera a la mujer viva. Esto era nuevo para el mundo de las cirugías, se estaba probando para ver si se podía hacer (y.... funcionó).

Es decir, el automatismo es inevitable ¿Cómo impedir a quien puede hacer que no haga aquello que puede?. Hoy si algo se puede hacer entonces se hace. La pregunta inmediata es ¿PUEDO HACERLO? y nos olvidamos de preguntarnos ¿DEBO HACERLO?. Se pierde la posibilidad de reconocer esta ideología totalitaria y, por ende, la posibilidad de negarla.

El hombre ya no es el sujeto de la acción y la técnica su instrumento, ésta ya no es un medio para alcanzar un fin sino que (como decía alguien en un comentario en el post anterior) se transforma en un fin en sí mismo. Como ha sucedido con el dinero, hace muchos años la moneda podía considerarse un medio para alcanzar un fin (comprar cosas para subsistir). Ahora el fin (del capitalismo) es hacer y acumular dinero.

La técnica no tiende a un “fin”, la técnica funciona y el hombre es su predicado (no es él quien acciona sino que está siendo accionado). Muere el sujeto autónomo, libre e independiente, pierde su identidad o se identifica por su función.

¿Pero podemos decir que no? La propuesta de Schmucler, que es similar a la de Heidegger, (y a la mía) es una propuesta de equilibrio y moderación, serenidad ante las cosas, ponerle límites a la técnica. Es necesario un pensamiento ligado a la acción, no caer el nihilismo pasivo de la resignación. Una relación abierta con el mundo que no supone refugiarse nostálgicamente en pasados ideales sino soportar el presente y experimentar espacios afectivos no matrizados por la técnica. Podemos dar el sí y podemos a la vez decir no. Cada uno tendrá su relación (moderada o no) con los distintos dispositivos.

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