abril 30, 2008

Artículo: El poder del la música


Las nuevas tecnologías que facilitan la piratería de obras musicales a través de internet presentan cada día nuevos desafíos y obligan a replantear las reglas del juego para todos los participantes -artistas, discográficas, consumidores- dentro del campo por el poder del entretenimiento musical.

“Hoy quiero hablar de la piratería y la música. ¿Qué es la piratería? Piratería es el acto de robar el trabajo de un artista sin intención de pagar por él. No estoy hablando de programas como Napster. Estoy hablando de los contratos discográficos”, pronunciaba Courtney Love, vocalista de grupo de rock Hole, como respuesta a las grandes empresas discográficas norteamericanas durante la conferencia Digital Hollywood del año 2000.

Curiosamente, treinta tribunales de los Estados Unidos habían demandado ese mes a las discográficas por fijar ilegalmente los precios de los CDs, una práctica que costó más de 480 millones de dólares a los consumidores. “Es sabido que la industria discográfica ha sido acusada de prácticas monopolistas y de inflar artificialmente los precios. Es sabido que el artista es quien menos dinero recibe de cada venta de un disco, y sin embargo todas estas acciones de protección antipiratería se realizan siempre en su nombre, y nunca en nombre de la industria ”, manifiesta Jorge Otero, cantante, guitarrista y director de la compañía española Dusty Roses Records, desde su página web pro-piratería. Las compañías musicales, por su lado se limitan a mostrar su impotencia ante un fenómeno que parece imparable y que tiene que ver con cómo convencer al consumidor de música de que pague por algo que puede salirle gratis.

Las estadísticas muestran que la cultura de la piratería ya está consolidada en el mundo: sólo en los Estados Unidos, unas 60 millones de personas copian música y películas digitales a través de programas. En Argentina la cantidad de usuarios que intercambia música a través de la Red llega a los 322 mil (según datos de la Cámara Argentina de Productores de Fonogramas y Videogramas, CAPIF) quienes bajan, en promedio, unos 10 temas por semana.

“Es una tentación difícil de resistir ”, dice Lucas, un estudiante de 18 años usuario del programa Kazaa. Sabe que lo que hace viola los derechos de autor , pero no ve nada inmoral en eso. “En realidad tendrían que ponerse las pilas con el tema de los precios. Yo sé que el que quiere el original ahorra la plata y se compra el CD. Pero a los que no nos interesa tanto esa exclusividad tenemos que tener la opción de conseguir la música de esta forma.”. Además, afirma que en realidad la piratería beneficia a los artistas porque los temas gratis incrementan el interés por la música y por conocer bandas nuevas que muchas veces no tienen acceso a los grandes multimedios para poder difundirse.

Lo cierto es que desde la aparición del software Napster a comienzos del año 2000 comenzó a generase una verdadera batalla comercial, legal -incluso moral- en la que los consumidores reclaman su derecho a la música gratuita, los músicos y artistas se dividen en detractores, indiferentes y alentadores de la piratería y los grandes dinosaurios de la industria musical se oponen al nuevo formato, sufriendo grandes dificultades para ganar la contienda.

La batalla naval ha comenzado

En un principio fueron los MP3 “colgados” en una amplia cantidad de sitios web y después, el intercambio, entre usuarios, de esos mismos archivos. Así nacieron los mundialmente conocidos programas destinados a compartir archivos musicales Napster, Kazaa o Morpheus, y con ellos, la ira de las grandes discográficas internacionales que acusaron a esos servicios de permitir el intercambio de canciones protegidas por derechos de autor y, además, de disminuir las ventas de CDs, algo que varios estudios pusieron en duda.

A partir de esta situación, la Asociación de la Industria Discográfica de los Estados Unidos o R.I.A.A (formada por los “cinco gigantes” AOL Time Warner, Vivendi, Sony, Bertelsmann y EMI), inició una cruzada legal contra los servicios de intercambio que luego extendió a aquellos usuarios que comparten música en Internet, hasta ahora con resultados dispares.

Primero le tocó a Napster, hasta que salió de circulación como proveedor gratuito (hoy en día los usuarios cuentan con las opciones de descargar temas “a la carte” o suscribirse por una tarifa mensual costando, las pistas individuales, 99 centavos de dólar cada una). Pero las compañías cambiaron de estrategia y pusieron el foco en los usuarios. Los sellos invadieron los sites de intercambio con “tráfico basura”, es decir, archivos con los mismos nombres pero sin contenido de audio. En Kazaa, por ejemplo, hace meses comenzó a circular una versión “fake” de “St. Anger”, el último disco de Metallica, que nada tiene que ver el disco, actualmente a la venta. No se sabe si el “ataque” es una respuesta a las conocidas posiciones del grupo, acérrimo opositor a las descargas de música gratis o una estrategia de las discográficas, que se decidieron a llenar la red de “basura” para desalentar a los adictos al “file-sharing”.

En un artículo publicado por el “LA Times”, este año, Jon Healey y Jeff Leeds siguen describiendo otras maniobras. Uno de los últimos intentos por quebrar el hábito pirata fue lanzado por Apple Macintosh. Se llama iMusic y, al igual que Napster, permite "bajar" temas legalmente a módico precio. Desde su lanzamiento, dicen haber vendido más de 10 millones de canciones pero algunos artistas también se oponen: “Nosotros componemos álbumes”, dice James Hetfield, cantante de Metallica, todavía molesto con la resolución. “Queremos que compren álbumes”. Sin embargo, la estrategia más reciente apunta directamente a la responsabilidad de los señores padres. Consiste es detectar a los jóvenes a través de sus progenitores y el objetivo clave es persuadirlos para que apliquen medidas drásticas “antes de que una generación entera llegue a creer que la música es gratis”, según lo expresado por el presidente de la RIAA, Cary Sherman.

Orrin Hatch, senador republicano por Utah, abogó directamente por “dañar o destruir” los ordenadores de quienes descarguen música sin respetar las leyes del copyright. Según Hatch, que además de senador es compositor musical, y sólo el año pasado percibió 40.000 dólares en concepto de derechos de autor, esta radical medida sería “la única forma de darle una lección a alguien” sobre esta materia.

La jugada local

En Argentina la "piratería fonográfica" está castigada según el art. 72 bis de la ley no. 11.723 y copiar ejemplares de fonogramas en cualquier cantidad y con cualquier destino constituye un delito. No tiene ningún efecto exculpatorio el hecho de que la copia haya sido realizada sin un propósito directa o indirectamente lucrativo. Quienes “regalan” a un amigo o un cliente una copia de fonograma usurpan el "derecho de reproducción" de su autor, y resultan responsables del delito previsto por el art. 72, inc. a) de esa misma ley.

Al igual que la R.I.A.A en Estados Unidos, la Cámara Argentina de Productores de Fonogramas y Videogramas (CAPIF) es una asociación civil local que reúne a 22 sellos argentinos entre los cuales se encuentran Sony, EMI, BMG, Universal y Warner. Sus actividades están concentradas, principalmente, en cuatro grandes objetivos: promover la sanción de normas legales para consolidar la protección de los derechos de propiedad intelectual de los productores de fonogramas, luchar contra la piratería, afianzar ante la sociedad el concepto de industria cultural que reviste la producción de fonogramas y videogramas musicales y, por último, realizar investigaciones y análisis de mercado.

Gabriel Salcedo, director ejecutivo de la asociación, opina que el intercambio de MP3 no constituye la principal preocupación para CAPIF sino la piratería de música en CD-R, dado que en la Argentina hay menos conexiones con Internet y todavía menos de banda ancha. Sin embargo, recientemente han comenzado los primero estudios sobre piratería P2P (peer to peer, es decir, de par en par) que es la que se refiere al intercambio virtual de archivos de una persona a otra.“Esos estudios nos brindan algunos datos preliminares que dan una idea de la magnitud del problema en Argentina, ya que, por año, se intercambian aproximadamente 153 millones de temas -unos 10 millones de CD's-, según los datos que obtuvimos ”.

Para Salcedo lo más difícil va a resultar convencer a alguien que creció bajando música de Internet que adopte el hábito de ir a comprar un disco. “No es un problema moral sino legal: tomar cosas ajenas es un delito. La música tiene un dueño que es el artista y que no es multimillonario. Los que bajan de Internet no son ladrones: pero sí son piratas porque roban un producto no físico”, afirma. Por el momento CAPIF, a diferencia de la RIAA no planea perseguir a los usuarios que bajen música de la Red. “Primero queremos tener todos los datos y después encarar acciones que se van a centrar en medidas educativas e institucionales. No vamos a perseguir a los usuarios que intercambian música pero sí vamos a estar atentos y comunicar la infracción a quién corresponda, como hacemos actualmente con los proveedores o ISP donde se alojan páginas que ofrecen música para bajar.”

Según sus propias palabras, la piratería opera desalentando a la producción nacional. Al bajo o nulo precio del producto pirata la demanda de los éxitos nacionales se satisface pronto, sin una remuneración mínima no hay grabaciones nuevas ni interpretaciones de obras recientes.

Nacidos en el Meditarráneo

Desde su página web, llamada “Música en internet”, los integrantes del grupo musical español Stormy Mondays se autoproclaman pioneros en la difusión musical a través de la Red. Y no es para menos, ellos son la primer banda en apoyar oficialmente a Napster (al igual que lo han hecho posteriormente The Offspring, Prince, Courtney Love o Limp Bizkit) y también la primera en ofrecer gratuitamente su disco al completo en formato MP3 bajo la licencia copyleft.

Desde su posición como autores, escritores, artistas, intérpretes, ejecutantes y empresarios discográficos se declaran oficialmente en contra de la propiedad intelectual y los derechos de autor. “Varios estudios demuestran que la distribución gratuita de canciones en formato MP3 favorece las ventas de discos. Nuestra experiencia lo confirma", afirma en uno de sus artículos Jorge Otero, cantante, guitarrista y director de la compañía discográfica Dusty Roses Records. “Gracias al MP3 Stormy Mondays, consiguió actuar en el legendario festival de Woodstock”. Otero está convencido de que el problema principal reside en que los sellos llegaron tarde a la distribución vía Internet. “Por primera vez en toda la historia de la música grabada están en una situación en la que no tienen el monopolio de la distribución. Por eso intentan cerrar lo que no pueden controlar”.

Para el grupo la piratería existe simplemente debido a los mecanismos de la oferta y la demanda en los que se basa la economía capitalista. “La industria maneja el clásico argumento en el que se atribuye como pérdidas ingresos que quedarían fuera de la curva de demanda. Pero, entonces, ¿de verdad podemos hablar de pérdidas o más bien de oportunidad de negocio desperdiciada? ”, se preguntan. Según el análisis de la banda española, el problema principal radica en que la oferta existente no concuerda con la demanda y esto provoca la aparición de un nuevo mercado, el de la piratería, cuya oferta (CDs de la misma calidad que los originales pero a un precio considerablemente inferior) está más ajustada al pedido de los consumidores (un producto de calidad a un precio asequible o cuando menos, razonable). Para Stormy Mondays resulta evidente que la industria no está entendiendo, o simplemente está desoyendo, el mensaje que los consumidores están enviando claramente: el producto es demasiado caro. Sin embargo, le interesa y está dispuesto a comprarlo a un precio razonable sin importarle si es legal o no. “No hay que confundir valor y precio porque ese el gran error”.

En su artículo, sugestivamente titulado “Por favor, ¡pirateen mis canciones!”, otro artista español, Ignacio Escolar, declara que prefiere la satisfacción personal de saber que alguien se molesta en escuchar su música a las treinta pesetas que le tocan por cada copia vendida. Afirma que, como todo músico que hay hecho las cuentas, sabe que son más rentables 100.000 fans piratas que llenen sus conciertos a 10.000 originales. Y promete a los lectores que si acuden a alguno no les pedirá una fotocopia del código de barras del CD para entrar. Para Escolar es claro que el MP3, Napster o Gnutella no van a acabar con la música. “A Metallica, y a cualquier grupo superventas les tendría que dar lo mismo que haya piratería. Dan mucho más dinero los conciertos, las camisetas y los anuncios que un grupo de su fama puede grabar, que el royalty (entre el 8 y el 15% del precio de venta a mayorista) que pagan las multinacionales por disco vendido. Es cierto que las compañías discográficas costean la grabación y la promoción de los músicos, pero ¿conocen algún otro negocio en el que el reparto entre los que aportan la idea y la mano de obra y los que ponen el dinero sea tan desigual? Les confieso que no entiendo las razones que movieron a Metallica y compañía a poner la cara por sus patrones. La distribución gratuita de las canciones por Internet no terminará con la creación musical, pero espero que sí lo haga con los abusivos tratos que impone la industria discográfica”.

Un nuevo participante: el caso Loca Records

Loca Records es un pequeño sello independiente de Gran Bretaña que fomenta la libertad y la creatividad artísticas publicando música sobre la que no pesen las restricciones habituales de derechos de autor, para que cualquiera pueda remixar y samplear las obras e incluso ganar dinero a partir de nuevas creaciones. Se presenta como la contracara de los grandes sellos musicales desde que, en Noviembre de 2003, comenzó a ceder sus derechos a los artistas y a cualquiera que desee utilizar la música. Su propuesta es fomentar la experimentación y la libertad en la música reuniendo una base de música gratuita que pueda ser compartida y manipulada por quien lo desee. Los temas musicales de la base no están bloqueados por ningún tipo de tecnología de administración de derechos digitales. La música puede descargarse en forma gratuita en formato MP3, pero la empresa vende sus CDs y vinilos en tiendas de música de toda Europa. Los intérpretes y compositores ganan un porcentaje sobre las ventas de los discos y el sello obtiene sus ingresos a través de la venta de discos, de los recitales que promociona y de los artículos de merchandinsing

La organización ofrece licencias gratuitas a quien quiera compartir su trabajo con el público reservándose algunos derechos. Al utilizar estas licencias, autoriza a quien así lo desee a copiar y distribuir el contenido, crear obras derivadas de ese contenido y venderlas, siempre y cuando reconozca la autoría del creador original y distribuya la nueva obra bajo la misma clase de licencia (Creative Commons). A David Berry, director gerente de Loca Records y músico, conocido como Meme, no le preocupa que se esté perdiendo el control sobre los derechos de autor. Esto nos da una oportunidad de crear una nueva cultura y un nuevo sonido. Si somos codiciosos y ponemos trabas a nuestra cultura ahora, no habrá nada para las próximas generaciones", señaló Barry en una entrevista con la periodista inglesa Katie Dean.

Loca Records, que no firma contratos de exclusividad con sus artistas, está realizando una inversión en los músicos al darles la libertad de experimentar y construir a partir de las creaciones de los demás. “Al principio, algunos músicos no se deciden a trabajar con esta clase de contrato, que les resulta nuevo, pero una vez que comprenden cómo funciona, la respuesta es positiva”, afrimó Berry. No obstante, el sello es muy pequeño, no fue ideado para convertirse en un sello grabador multinacional y la empresa considera que cuando sus músicos logren concitar mayor atención excederán las posibilidades del sello.

Sus últimas palabras son contundentes: “Los sellos de los últimos 50 a 60 años se ocuparon de controlar la expresión, el envoltorio, la distribución y la escasez de la música a fin de asegurarse su ganancia y ese hecho llevó a que la música se definiera como un producto. Puede ser un producto, pero en su forma pura es sólo entretenimiento ”.

Nota realizada en diciembre de 2003

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